La madrugada me encuentra despierta y el insomnio quema todo a mi alrededor. Las horas aletargadas, dormidas, parecen ser dueñas del sueño que carezco pero el cansancio se siente, hace que mis huesos canten como hojas secas y la mirada se torne borrosa.
Canción desesperada, palabras desordenadas y el deseo febril de contar cuentos se hace carne, quema, incendia todo a mi alrededor pero mis manos torpes se quedan mudas ante el papel y me quedo en silencio ante el espectáculo dantesco que me envuelve.
Los días transcurren como todo lo esperado y ordenado, una rutina metódica que asfixia y a la vez es placentera...pero entonces una pequeña petición se vuelve tortura, mostrar el alma una vez más para luego encontrar ausencia y dejar que el vacío devore todas las horas del mundo.
(De cuando un pequeño cascarón, un bosque imaginado, dimariales y perkodines vuelven a encender las luces que el aleteo de un cuervo ladino apagó)